Ilustración Le Journal Diplomatique.
Por: Daniel Fernando Mejia Lozano
Director LJD
Ilustración Le Journal Diplomatique.
Por: Daniel Fernando Mejia Lozano
Director LJD
Este relato es construido por tres escritores, dos invitados y un autor, el primero de ellos es Fernando Soto Aparicio, autor de La rebelión de las ratas en la que plasma la angustia de los mineros, explotados por las grandes empresas extranjeras que sacan buen provecho de su esfuerzo en Boyacá Colombia, el segundo autor que hemos invitado a este diálogo literario para crear un relato donde la narrativa de la reflexión es el propósito fundamental de este escrito, es Gabriel García Márquez, quien publicó en el año 1954 la columna “Belencito, una ciudad a marchas forzadas” en el periódico El Espectador de Colombia, contando la historia de la transformación para la época del valle de Sogamoso, Gabo narra como en 1942 cuando le Banque de París et des Pays Bas concedió un empréstito de 25 millones de dólares inició la explotación de los yacimientos de hierro lo suficientemente ricos como para montar una de las plantas siderúrgicas más importantes del mundo en esta zona de Colombia, y el tercer escritor es Daniel Mejía Lozano quien a puño y letra desde la reportaría e investigación durante los últimos años ha realizado un trabajo periodístico riguroso del impacto social, ambiental y humano de la explotación minera en este corredor industrial donde la riqueza se convirtió en pobreza y la vida no respira.
Escribo estas líneas desde Charleville-Méziéres en Ardennes Francia caminando por sus calles en medio de la octava huelga de este año, observando sus descontrolados trenes por la causa de la justicia social y económica que hoy reclaman dos de tres franceses, estoy justo al frente de la casa de Rimbaud, el poeta maldito y atormentado, que nació en este lugar en 1854, aún se respira su poesía en una ciudad que hoy lo honra como un hijo prodigo que nunca la quiso.
Rimbaud odiaba a los notables estirados, su bohemia desde muy corta edad lo conectó con la literatura, hoy en el 2023 hay muchos periodistas que se han convertido en notables estirados para defender las ideas convencionales del gobierno de turno y trabajar para los intereses de grandes empresas multinacionales que financian su pobre existencia, la prensa ya no llora ahora factura, por lo menos eso pasa en Boyacá, Colombia; no obstante en Latinoamérica, la prensa libre e independiente ocupa hoy el lugar de los poetas malditos de 1854, incluso muchos de estos periodistas son cazados como brujas y asesinados como el caso de Rafael Moreno en Montelibano municipio ubicado en el caribe colombiano, asesinado por hacer bien su trabajo. Se requiere de coraje y valor para escribir líneas éticas que correspondan a la realidad con una retórica que cambie la narrativa de la guerra, para los asesinos de la prensa libre la impunidad es el trofeo que el Estado les otorga en muchos casos por quemar las ideas de un periodismo de verdad que se opone a la corrupción desmedida construida por la política de la muerte.
Desde el año 2014 inicié una investigación por la epidemia de cáncer que muchos habitantes denunciaban se estaba generando en el valle de Sogamoso, una región ubicada en el centro de Colombia, a tres horas de Bogotá por tierra, un lugar donde abundan bellos y pequeños municipios que se congelaron en el tiempo en la paz del silencio, con lagos y montañas, museos indígenas en el templo del sol, un territorio rico en minería, con gran industria, con gran pobreza, así es la riqueza y la pobreza son parte de la identidad de las multinacionales, las mismas que como lo cuenta Gabo fueron recibidas con bombos y platillos en 1950 y hoy se han ido despidiendo de a poco, alejándose a escondidas, saliendo a paso lento, como el ladrón que ya lo tiene todo y debe irse sin dejar evidencia, así son estas multinacionales que están en esta región del país del realismo mágico, ellas no tienen arraigo por el territorio, explotan y desaparecen, dejan miseria al final, ríos destruidos, prostitución, delincuencia, montañas rotas, árboles muertos, cáncer en el aire, pero mientras explotan, todo es diversión, hay dinero, el cabaret está lleno, vehículos de alta gama, ingenieros adinerados, políticos bendecidos con los sobornos por las licencias ambientales, la prensa defiende lo indefendible, así es Sogamoso, el lugar donde la rebelión de las ratas, novela escrita por el autor Fernando Soto Aparicio pasó de la ficción a la realidad, sin embargo esta rebelión fue anestesiada por la prensa y los políticos de turno sumergidos en la estupidez de una prosperidad efímera.
El primer fragmento de la rebelión de las ratas es realmente inspirador, al leerlo, trae a mi memoria aquellos escondidos recuerdos de mi infancia, la niñez en los árboles y el río, contemplando el lago y abrazando la tierra, por ello quiero compartirlo para ilustrar en el puño de Fernando Soto Aparicio como era este majestuoso lugar, “Antes todo era sencillez, rusticidad, paz. Y de pronto el valle se vio invadido por las máquinas; el medio día fue roto por el grito estridente de las sirenas; los caminos se perdieron bajo toneladas de polvo y anchas vías cruzaron el verdor de los sembrados; los árboles, cercados por el humo, envejecieron y terminaron por perder sus hojas y sus nidos; y el silencio, ese bendito silencio que era como un manto protector tendido sobre el campo, huyó para siempre hacia las montañas”.
Ahora recuerdo aquellos años de infancia, en la ciudad del sol, todo era diferente, el Lago de Tota ubicado a unos treinta kilómetros de distancia del pueblo, era más grande y mucho más azul, no lo habían absorbido como hoy la maquinas, las pirámides verdes eran un misterio, la plaza de la villa era majestuosa, el aire no era tan espeso y el agua no olía mal, se caminaba por sendas de progreso, la pobreza se escondía en los túneles del carbón. Ahora bien, quiero dar un salto de la narrativa de Fernando Soto Aparicio a la magia parisina de Gabriel García Márquez, quien también escribió con sus letras en una columna para el Espectador en Colombia, como era este territorio antes de la invasión desenfrenada de una industria inconsciente, inmortalizando en sus letras la historia de los colonos industriales que sedujeron con el progreso y hoy dejan destrucción. Gabo refiriéndose al valle de Sogamoso y en particular a la llegada de una gran multinacional escribió:” Una ciudad moderna construida en ocho años. La fiesta de Francia se celebra en Belencito como en París. Golpes de terquedad. Siete mil hombres alrededor de un horno. 500 toneladas de hierro en un día. La Calle Francesa. Del buey a la locomotora.
A todo lo ancho del Valle no había otra edificación que una larga casa colonial llena de ventanas, que hasta hace un siglo era un convento de agustinos, y una capilla de cal con una sola torre, un solo ventanuco y una sola campana. “Belencito” se llamaba el lugar que a nadie más interesaba que a los promeseros que lo visitaban una vez al año, y últimamente a los historiadores porque se había dicho que allí reposaban los restos del general Rook”.
La descripción que hace Gabriel García Márquez publicada en 1954 contrasta con la del también escritor colombiano Fernando Soto Aparicio, ambas tienen en común la descripción de lo que era antes, de lo que fue después y yo voy a contarles lo que es este territorio ahora.
La literatura es la ciencia de la verdad escrita con palabras, es la ciencia de la historia, la narrativa de lo que será cuando ya no existamos en este plano, el único testigo de lo que pasó, es la justicia vista desde las futuras generaciones por conciencias libres del engaño actual, por ese motivo es relevante escribir la verdad para que no reine la mentira.
Cuando niño, yo estudiaba en una escuela en un pequeño pueblo donde las cascadas se escondían en la selva resplandeciente y dulce con la viva naturaleza dormida con el cantar de los grillos, Moniquirá, la pequeña escuela en la que estudiaba era de salones viejos y espacios vacíos, los pupitres rayados tenían su propia historia, muchos recuerdos desaparecen de esta época, sin embargo, desde tan corta edad me marcó un escritor, yo lo admiraba, era increíble, leerlo era mi pasión, se trataba de Fernando Soto Aparicio, sus historias las podía ver con mis ojos cerrados, seductoras por su magia real.
La rebelión de las ratas, fue más que una tarea de clase, con el tiempo fui protagonista de esta rebelión en vida, crecí en lo sencillo, en el campo, en la vida humilde, alejada de tanta estupidez, luego me convertí en defensor de la vida, me conecté con el periodismo, empecé a escribir, a pintar realidades con mis palabras, en ese pueblo tranquilo y sereno, en la naturaleza viva y no muerta, tal como lo manifestó Fernando Soto en una descripción apropiada que cito a continuación: “Así como el paisaje, los rostros cambiaron también. Ya no era la cara ancha y sonrosada del sembrador; ya no las mejillas frutales de las muchachas ni los ojos risueños de los niños. Era semblantes deformados por grandes cicatrices; con hirsutos pelos que les daban apariencias bestiales o ridículas; eran pieles ajadas por el sudor, ennegrecidas por el hollín, picadas por las viruelas inclementes que diezmaron la población del valle como plaga bíblica; eran ojos asustados, huidizos, brillantes de codicia, señalados por las huellas imborrables de crímenes pasados. A eso lo llamaban algunos pomposamente, civilización, progreso. La esperanza de la patria estaba allí: con el sacrificio de unos pocos se aseguraba la tranquilidad de muchos; era necesario que el valle perdiera su aspecto bucólico para que la nación recobrara su estabilidad económica. Al menos, tales cosas decían los oradores que acudieron a convencer a los campesinos de la conveniencia de abandonar las cosechas, de trocar la azada por la piqueta, de cambiar el maíz por las piedras negras del carbón, y de acabar con los mansos burrillos de carga para reemplazarlos por los camiones de color rojo oscuro, como teñidos de sangre”.
Con el paso del tiempo, todo lo anterior se hizo realidad en el Valle de Sogamoso, la quema de residuos tóxicos por parte de la cementera Lafarge Holcim y Argos, sumado a la contaminación de PM10 de las ladrilleras y los residuos de las acerías empezaron a generar enfermedades terribles en 15 municipios de esta región. Las casas de los campesinos se agrietaron por la explotación de carbón, los olores nauseabundos en horas de la madrugada junto a la cementera Holcim en Nobsa trajeron enfermedades huérfanas en sus habitantes, muchas mujeres, niños y ancianos. En el año 2013, nació el movimiento social Vive la Gente liderado por Ricardo Ríos, Fernando Chaparro, Sebastián Rivera y quien escribe estas letras. Con activismo en las calles buscamos despertar conciencia, teníamos nuestro propio periódico, Senxura, era en papel, defendía la causa socio ambiental, tenía espíritu propio, al final se quemó en la incineración del ecoprocesamiento, muchas empresas no respetan la libertad de prensa y agreden la verdad cuando esta afecta sus intereses.
Cuando seguimos con el relato de la rebelión de las ratas en su primer capítulo, nos encontramos con este fragmento que relata otra realidad que tuvimos que vivir “Los agricultores al principio ofrecieron resistencia. Pero pronto fueron cediendo: el miedo, la ambición, el dinero, el analfabetismo… Después de que se descubrieron las minas de carbón en aquel vasto territorio, llegaron de los diversos puntos de la república gentes de toda condición social, pero generalmente desheredados, fugitivos y vagabundos. Rondaron por entre los cultivos, acudieron hasta las casas hospitalarias, siempre abiertas al forastero, y en ellas fueron infiltrando la savia de sus pensamientos, el veneno de sus convicciones, el lenguaje rebuscado de sus argumentos. Entonces los dueños de pequeñas parcelas –verdes en invierno, doradas en verano– tuvieron que abandonarlas, entregándolas a la voracidad de los compradores. Algunos, inclusive, se vieron amenazados de muerte. Pero los más terminaron cediendo de buena gana, ante las promesas de un futuro de abundancia y prosperidad”
Amenazados de muerte, en el año 2014 recibimos un panfleto en la puerta de la casa de cada uno de los voceros del movimiento Vive la Gente, firmado por grupos Neoparamilitares, en este panfleto se hacían responsables a los líderes del movimiento ambiental del cierre de la minería y nos exigían abandonar la ciudad en 24 horas o de lo contrario atentarían contra nuestras vidas.
Una investigación de la Universidad Pontificia Javeriana, detalla que el surgimiento del Neoparamilitarismo en Colombia se explica a partir de las siguientes variables: fortalecimiento de economías criminales y protección ilegal, vínculos clientelares entre agentes políticos regionales/locales y comandantes de grupos Neoparamilitares y la desmovilización parcial de miembros de las AUC. La fractura de las grandes organizaciones criminales es un efecto secundario común de las estrategias de «decapitación», que buscan romper estructuras criminales monolíticas o paramilitares, ya sea deteniendo o desmovilizando a sus líderes. Su impacto puede verse no sólo en Colombia sino también en México, donde el número de carteles se ha multiplicado, a medida que las organizaciones se atomizan como resultado de muertes, detenciones y luchas internas, han asesinado periodistas y ambientalistas al alimentarse económicamente de la minería ilegal, el narcotráfico y las mafias de políticos corruptos.
Los vínculos de los grupos paramilitares con las empresas de minería están relacionados por un estrecho interés económico donde los militares retirados le prestan el servicio de seguridad a estas empresas buscando eliminar cualquier tipo de amenaza incluso la que puede representar un ambientalista que denuncia la ilegalidad de sus prácticas industriales y la letalidad para la salud pública, ese fue el caso del movimiento Vive la gente quien se convirtió en objetivo militar de estos grupos armados que operan legalmente en el territorio colombiano amparados en la figura de empresas de seguridad privada, mientras asesinan a los defensores de la verdad, los quijotes de la información, los activistas de la vida.
“El movimiento Vive la gente quien se convirtió en objetivo militar de estos grupos armados que operan legalmente en el territorio colombiano amparados en la figura de empresas de seguridad privada”
El panfleto contra el movimiento Vive la Gente en el cual yo estaba inmerso en Sogamoso se lo atribuyeron grupos neoparamilitares, el hecho fue denunciado ante la comisión interamericana de derechos humanos CIDH de la OEA y este organismo solicitó tomar medidas cautelares, sin embargo, no paso de ahí la acción de este organismo internacional, la CIDH funciona para casos mediáticos, es cuestionable su labor y diplomacia ante el asesinato de cientos de líderes sociales, ambientalistas y periodistas en Colombia. El rol de la CIDH se puede interpretar como la instrumentalización de un organismo de derechos humanos por parte de la OEA para que actúe frente a los intereses de la política norteamericana pero no frente a la defensa real de los derechos fundamentales de todos los nacionales de los países miembros de este organismo multilateral.
El impacto de la industria sin control en territorios llenos de riqueza y biodiversidad es tan fuerte como una violación en la guerra, veamos un poco más de la literatura de Fernando Soto Aparicio con esta descripción acertada de la realidad que hoy se respira en el valle de Sogamoso: “Luego de conquistada la tierra vino la invasión mecánica: camiones, palas, grúas… crujieron las montañas centenarias al sentir en su base la puñalada del acero; se descuajaban con quejidos casi humanos los árboles enormes de los boscajes; y las casas humildes, fabricadas de paja y barro, cayeron con sus ensueños ancestrales ante el empuje de la codicia. No eran malas, quizá, las intenciones de los que esbozaron el proyecto. Pero a través de centenares de labios y de cerebros diversos, las palabras y los pensamientos fueron deformándose. Y aquellos hombres silenciosos y rústicos no adivinaron lo que vendría”.
Debo confesarlo, pasé la línea frágil del periodismo al activismo, no me arrepiento de ello, lo hice motivado por la injusticia andante de los tiranos que gobernaban desde la ignorancia, con ruana y capucha, se convirtió en mi reto, tener las pruebas, con un grito en silencio cuando las tuve denuncié, la fiscalía archivo, preocupada por la denuncia informo a los denunciados para tapar el crimen, así funciona, eso es Colombia, así opera la industria paramilitar de la justicia en un aparato estatal que sistemáticamente ha sido infiltrado desde los tiempos de Pablo Escobar por el pago de dádivas a investigadores y jueces, el cartel de la toga también existe en la explotación minera en Colombia. Sin embargo, seguí investigando, haciendo reportería, trabajando en el territorio, escuchando la comunidad, indagando la gestión de las autoridades ambientales y de salud pública, en el año 2015 la Unidad Nacional de Protección, organismo del Estado que otorga seguridad a periodistas, en acto administrativo estipuló que: “El Grupo de Valoración Preliminar GVP (grupo interinstitucional) Fiscalía, Policía, Procuraduría, Defensoría del Pueblo , según lo expuesto en sesión del 24 de agosto de 2015, ponderó el riesgo del señor Daniel Fernando Mejía Lozano como extraordinario, con una matriz del 52.22% la orden fue: Ajustar medidas de protección de la siguiente manera: Ratificar un (1) medio de comunicación (Teléfono), un (1) chaleco blindado y un (1) hombre de protección aprobados por tramite de emergencia. Además de esto se refuerza su seguridad Implementando un (1) vehículo y un (1) hombre de protección Escolta, para un total de dos 2 escoltas, vehículo, chaleco blindado y medio de comunicación …». Tales recomendaciones fueron adoptadas por la Dirección de la Unidad Nacional de Protección mediante Resolución N° 0254 del 06 de noviembre de 2015”
Volvamos al pasado, al origen, la historia es el reflejo del futuro y nos permite comprender el presente, el valor de las letras de Fernando Soto Aparicio es absoluto para comprender el fenómeno actual, de un país que esconde la muerte, donde la vida de los campesinos no vale, en la rebelión de las ratas este fragmento es una descripción real del impacto de la hibridación cultural sobre nuestros ancestros: “Eran rostros y conciencias distintas, pero era un solo idioma. Y de súbito llegaron los extranjeros: ingleses, franceses, alemanes… Desterrados los unos, atraídos los otros por la sed de fortuna, guiados los demás por intereses de variada índole. Penetraron al valle las palabras duras, metálicas, los rostros colorados y los cabellos rubios, casi blancos. Mujeres altas y pálidas reemplazaron a las hembras morenas y ardientes de antaño.
Construyeron casas de aspecto raro, con los tejados terminados en punta, con puertas de vidrio y de metal. Y fundaron, a un lado del pueblo de los trabajadores, una especie de barrio, con calles pavimentadas. Allí vivían esas pocas familias, cuyos hombres vinieron pronto a mandar en los otros, en los dueños de la tierra. Seres rubios que decían very good, oui messie, o aufschaue, invadieron las oficinas, construidas apresuradamente en las estribaciones de la montaña. Y los que antes fueran amos absolutos de aquellos rincones, de los que habían huido para siempre el sosiego y la paz, se vieron obligados a obedecer a los extraños.
Principió la explotación de carbón en gran escala. Las montañas que rodeaban maternalmente el valle contenían una incalculable riqueza. Bajo la tenue capa de verdura se ocultaban millones de toneladas de mineral. Tanto, que en cincuenta años apenas sí se haría pequeña mella en su inmensidad”.
Las bandas criminales conocen a profundidad la estructura del Estado colombiano a tal punto que han filtrado la legislación, la justicia y los organismos de seguridad, este fenómeno hace que la institucionalidad pierda confianza en la sociedad y genera temor en los periodistas que terminan adaptándose a un guion construido por un medio que en muchos casos pertenece a grupos económicos que hacen parte de un conglomerado donde también están las empresas de minería que por sus abusos y malas prácticas hacen daño a quienes viven en las zonas de explotación.
Gabriel García Márquez hizo visible la masacre del 6 de diciembre de 1928 cuando Colombia amaneció teñida de sangre obrera. La huelga llevaba casi un mes y el Ejército intervino en defensa de los intereses de la United Fruit Company, multinacional norteamericana. La matanza dejó un número de muertos impreciso, que la historia oficial se ocupó de minimizar. Estas multinacionales que han violentado los derechos humanos en Colombia y Latinoamérica como también lo hace Holcim y ahora Argos cuando se ven al descubierto ante la comunidad internacional, cambian su imagen, marca y en algunos casos se fusionan con otras compañías para dar la impresión ante la opinión pública de que la empresa que está en el territorio es una nueva empresa y no heredar los errores del pasado.
En su artículo Gabo una vez más se refiere al monstruo más costoso y apreciable de la gigantesca instalación de Acerías Paz del Rio, dice que: “Hace cuatro días fue encendido por primera vez y posiblemente no vuelva a apagarse en los próximos cincuenta años el horno de la siderúrgica. Los visitantes se acostumbrarán a ver en él, simplemente, una tremenda edificación metálica con una temperatura infernal, dentro de una ciudad que tiene un clima ideal de 15 grados. Pero será la fuente de toda clase de artefactos férreos que viajarán por todo el país, por todo el mundo, tal vez en camiones amarillos –como los que ahora circulan apresuradamente por las calles de Belencito- con un sello estampado: “Empresa Siderúrgica de Paz de Río S.A.”.
Antes de producir un clavo, ya la actividad de esa empresa ha empezado a influir en la economía. En Sogamoso, que es la población más cercana a Belencito, una habitación para una sola persona, que hace pocos años valía siete pesos mensuales, cuesta cincuenta en la actualidad. En esa proporción está subiendo el costo de la vida en Sogamoso, en cuya plaza principal se ha vendido siempre ganado llanero y productos agrícolas y acaso sea, dentro de pocos años, un gran mercado de cosas de hierro y acero, desde alfileres hasta locomotoras”.
Y es cierto, el costo de vida en Sogamoso subió, tampoco el horno de la siderúrgica Paz del Rio ha sido apagado en 70 años, sin embargo hoy el mercado persa del que hablaba García Márquez no existe, no se venden locomotoras como lo anticipo en su reportaje, por el contrario la estación del tren solo esta habilitada para transportar cementos y acero, no funciona para la ciudadanía, los camiones amarillos ahora también son verdes y rojos, han acabado con las vías de la ciudad que esta perdida en el polvo de la industria, Acerías Paz del Rio ha pasado por muchos dueños de distinto países, el mas reciente la multinacional brasileña Votorantim, al final del día se han ido dejando solo miseria, las pocas acciones que tenia la Gobernación de esta empresa fueron vendidas recientemente, Carlos Amaya uno de los gobernadores más cuestionados por corrupción expropió a varias empresas del Departamento de Boyacá, sumado al anterior fenómeno las cementeras que están en la región como Argos y la multinacional europea HOLCIM, se dedicaron a quemar todos los tóxicos posibles en esta región que cada día se parece más a Voces de Chernóbil, esa terrible tragedia que hizo visible la escritora Svetlana Aleksijevitj.
La crueldad de una epidemia generada por residuos químicos solo puede ser comparada con las voces de Voces de Chernóbil, ese drama que viven las personas que nadie escucha, ese dolor silencioso, ese duelo profundo, ese paro respiratorio, esa tragedia de la tortura de una enfermedad como el cáncer, ese amarillo en la piel, esa mirada de muerte, esa mirada apagada, triste, resignada, los pies inflamados, las manos maltratadas por el paso de la industria, así es la realidad de Sogamoso, de Nobsa, de Belencito, cementerios de obreros de los años 70 y 80, cementerios de enfermedades letales, cementerios callados por la injusticia, por la ausencia de la justicia, por fiscales corruptos, por un estado fallido, cementerios de cemento, ese es el resultado final.
La ciudad del sol y del acero, con el paso del tiempo algunas comunidades se llenaron de valor para movilizarse, pero el hambre, la ignorancia y el gobierno las neutralizó. En la rebelión de las ratas hay una imagen explicita del día a día de quienes no tienen otra opción y viven bajo el carbón: “El sol enviaba sobre la tierra seca, calcinada, estéril, sus llamaradas de verano. Allá, en la falda de la montaña, con ronco son vibraban los motores que controlaban los largos cables por donde avanzaban las góndolas, llenas de carbón, que depositaban bajo los brazos metálicos de una enorme torre, en donde luego eran cargados los vagones del ferrocarril. Un vaho turbio, espeso, casi negro, ocultaba a veces el cielo. Era el humo producido por las máquinas que continuaban penetrando con el acero de sus cuchillas en las entrañas de la cordillera, para sacar de ella grandes bloques de roca que facilitaran el paso de los mineros”.
Cuando llegan amenazas de grupos neoparamilitares como las que recibimos nosotros el Estado colombiano activa la protección y la seguridad para líderes sociales y periodistas. Cuando cité la resolución que emitió el Gobierno de Colombia para mi seguridad, lo hice porque ante la justicia internacional, este acto puede ser interpretado como una acción para proteger la prensa y la democracia, en defensa de la vida, sin embargo, es importante revelar cómo opera la organización criminal de las empresas de seguridad privada en la entidad denominada UNP. En la Unidad Nacional de Protección en Colombia denunció recientemente en la revisa Semana el ex policía Manuel Castañeda que en esta entidad funciona el alquiler de esquemas de seguridad, se usan los carros para mover gruesas sumas de dinero en efectivo pertenecientes a políticos, se transporta cocaína con complicidad de la miembros de la policía en este hecho, también se hace inteligencia para asesinar a líderes sociales y periodistas, todo ante los ojos de la DEA que no hace absolutamente nada, por qué no es de su interés, la DEA en Colombia cuando se trata de tráfico de armas o violación de derechos humanos guarda total silencio, esa es la doble moral norteamericana a la que Colombia ha estado arrodillada en décadas.
Después de que se reforzó mi seguridad fui víctima de un atentado cuando me movilizaba en el vehículo asignado por el Gobierno con dos escoltas, el vehículo fue destruido y logramos huir de los atacantes, paramilitares que se movilizaban en una motocicleta de alto cilindraje armados, con apoyo de la policía y el ejército de esa región, al norte del departamento de Tolima en Colombia, donde también hay minería ilegal, multinacionales, campesinos amenazados y desplazados, fiscales vendidos, ausencia de Estado.
Durante nueve años (9) he tenido seguridad del Estado, desde el año 2014 hasta el 2022, en estos nueve años he tenido chaleco blindado, policía, escoltas, vehículos, acompañamiento policial en mi casa, sin embargo esta seguridad fue utilizada a favor de las empresas de minería denunciadas para hostigar, perseguir y filtrar información relevante y así desarticular la movilización obrera, ciudadana y campesina que se había generado con el movimiento cívico Vive la Gente inspirado en la causa socio ambiental del valle de Sogamoso.
En mi recorrido por esta investigación descubrí que existían numerosos movimientos en México, Argentina, España y otros países europeos que se oponían a la quema de residuos tóxicos, también encontré que, si bien toda la contaminación genera problemas en la salud humana, la quema de residuos tóxicos genera cáncer y afecta en primer lugar a los empleados de la cementera, luego a quienes vivan 70 kilómetros a la redonda del horno incinerador. La universidad Exeter del Reino Unido ha realizado importantes hallazgos en este tema y la ONG ambiental Greenpeace ha publicado informes referentes a esta preocupante situación.
Durante nueve años he tenido tres atentados contra mi vida, más de cinco amenazas contundentes, persecución política, he sido declarado objetivo militar, sin embargo, aunque todo lo anterior ha sido denunciado ante la Fiscalía no existe una sola persona capturada ni imputada, por el contrario, algunas denuncias se ha buscado que sean archivadas. En Colombia, la violencia la genera el narcotráfico, la desigualdad de tierras y la minería ilegal.
“Durante nueve años he tenido tres atentados contra mi vida, más de cinco amenazas contundentes, persecución política, he sido declarado objetivo militar, sin embargo, aunque todo lo anterior ha sido denunciado ante la Fiscalía no existe una sola persona capturada ni imputada, por el contrario, algunas denuncias se ha buscado que sean archivadas”
Colombia fue el país número once al cual llegó el Grupo Holcim. En el año 1969, la empresa local, que en esa época se conocía como Cementos Boyacá S.A., recibió la vinculación del Grupo ‘Holderbank’. Esta empresa que ha financiado la guerra en Siria, es acusada de generar cancer en el valle de Sogamoso en Colombia por la incineración de residuos peligrosos, método que utiliza la empresa minera para reemplazar el carbon y generar así un combustible que no solo les sale gratis sino por el cual además reciben un recurso importante por ser incinerado. Esta empresa como odas las que llegaron al valle de Sogamoso contrataron empresas privadas de seguridad las cuales están integradas por militares retirados quienes estarían vinculados a los grupos neoparamilitares que amenazaron al movimiento social vive la gente en el año 2014 y han perseguido a quien escribe estas letras hasta el día de hoy.
En tiempos prehispánicos, el valle de Sogamoso estaba habitado por un grupo de la Familia Indígena Chibcha denominado Mwiskas, grupo que habitaba en el sagrado Valle de Iraca que significa “luz grande de la tierra”, que comprendía los territorios de Sogamoso. Desde la primera década de 1900, América Latina vive un auge minero-energético, no se dio únicamente en el valle de Sogamoso se ha dado en distintos pueblos de todo el continente.
En el ámbito de América Latina, lo más destacado para pensar la profundidad y continuidad de este ciclo extractivo minero es el conjunto de decisiones geopolíticas de la región y de sus países orientadas a lograr de manera más contundente situarse como grandes exportadores de recursos naturales. Son parte de una estrategia de aprovechamiento de las tensiones geopolíticas mundiales para, vía la riqueza natural de la región, posicionarse mejor en los bloques mundiales de poder. En este sentido la ausencia de Estado facilita que se vulneren derechos fundamentales como lo hace la cementera Holcim y Argos en esta región, en el fenómeno de la corrupción la autoridad ambiental en este caso Corpoboyaca termina funcionando como la oficina de prensa de la multinacional.
“En el ámbito de América Latina, lo más destacado para pensar la profundidad y continuidad de este ciclo extractivo minero es el conjunto de decisiones geopolíticas de la región y de sus países orientadas a lograr de manera más contundente situarse como grandes exportadores de recursos naturales”
Las principales herramientas que orientan esas decisiones son: dinámicas de integración de los mercados, basadas en múltiples acuerdos de libre comercio y la construcción de infraestructuras potenciadoras de la extracción de recursos naturales. La dependencia económica de los municipios del valle de Sogamoso y la poca gestión administrativa de los últimos gobiernos de Boyacá que obedecen a un grupo político populista que se enraizó en el poder con un discurso lejano de la realidad, son factores que generan la codependencia industrial que no permite que la población haga valer sus derechos. Aquí sobresalen como megaproyectos regionales la plataforma de infraestructura conocida como Iniciativa de Integración Regional Suramericana (IIRSA) y el Proyecto de Integración y Desarrollo Mesoamérica, acompañados por varias apuestas nacionales en el mismo sentido. También el afán desmedido de una política de los últimos gobiernos enfocada en traer inversión extranjera sin importar el costo social, como se hizo evidente en la era Uribe, Santos Duque en Colombia.
De acuerdo con lo anterior, la tendencia general, pese, como lo decíamos, a los descensos recientes en la inversión minera, consiste en profundizar, acelerar y expandir el modelo de explotación minera a gran escala en nuestro continente. La implementación de esa tendencia implica adecuaciones socio-espaciales de la explotación minera y la creación de las bases para un nuevo ciclo de acumulación y expansión, la cual debe estar orientada a la base social y la protección ambiental como eje fundamental para el desarrollo.
Esa implementación conducirá también a nuevas transformaciones de los territorios de miles de pueblos en el continente. El cambio geopolítico que ya se observa es de grandes dimensiones. Vendrán entonces una mayor conflictividad y un aumento en la violencia y la criminalización, paralelos al avance de los proyectos mineros. En términos metodológicos, es importante reconocer los contextos históricos, geográficos y sociales que rodean la expansión minera, para observar continuidades y discontinuidades en el auge minero contemporáneo. Estas reflexiones deben llevarnos a cuestionar la relación entre estados, mecanismos de poder para ordenar espacios y poblaciones funcionales a la gran minería y componentes de violencia. Por tanto, descubrir la conflictividad social que se constituye en esta relación, y es fundamental en esta línea la protección de los derechos fundamentales y una legislación de control ambiental y de protección de la salud publica universal que regule a todas las multinacionales del mundo para que no exista una brecha de diferencia legal entre el control que tienen las empresas de minería en Europa o Estados Unidos con relación a las empresas de África o América Latina.
“El capital minero consigue adecuarse social y espacialmente en los territorios de vida de miles de comunidades campesinas e indígenas, en poblaciones con arraigo territorial, que han cultivado saberes y formas de existencia; todo esto nada vale a los ojos del capital y del sistema que lo sostiene y por tanto estas comunidades se encuentran en riesgo de ser engullidas por las dinámicas del mercado, por la competencia y por los discursos del crecimiento y el desarrollo que legitiman hoy la actividad minera a gran escala en el lugar que sea”.
Estamos ante una reconfiguración socio-espacial violenta del continente, al servicio de la actividad minera y de otras industrias extractivas, que, si bien marca la continuidad de un modelo extractivo expandido durante siglos, también indica una dimensión, escala, velocidad e intensidad que no tiene parangón en la historia de América Latina, ni en la de la minería en el mundo. Es en este contexto histórico-geográfico que proponemos interpretar el auge minero de los últimos tiempos, sus dinámicas y su relación con la violencia y la criminalización.
La ONG Human Rights Watch alertan de la gravedad de la situación de los asesinatos de líderes sociales y ambientalistas en Colombia, más de 171 defensores fueron sido asesinados en el 2022, sumando casi 400 asesinatos entre el año 2021 y 2022 que involucran ambientalistas, periodistas, activistas y lideres rurales.
El 2022 también fue un año difícil para los periodistas en Colombia, 218 amenazas contra comunicadores son la cifra más alta en los últimos 15 años. Aparte de las amenazas, la FLIP contabilizó ocho exilios, 20 agresiones físicas, 84 hostigamientos, cinco desplazamientos y un atentado. Ese tipo de ataques y hostigamientos, dice la Fundación, “llevan al desplazamiento de los periodistas, vulneran el tejido social de las comunidades, ya que el trabajo periodístico promueve espacios de diálogo y denuncia”. Además, resalta los asesinatos de los periodistas Rafael Moreno, en Montelíbano (Córdoba) que tenía protección de la UNP Unidad Nacional de Protección, y de Wilder Córdoba, en La Unión (Nariño). Moreno era director de Voces de Córdoba y era reconocido por su labor como líder social, mientras que Córdoba dirigía el canal comunitario Unión Televisión, donde hizo denuncias y veeduría por más de 10 años.
Este artículo de investigación invita a una reflexión internacional entorno a un fenómeno peligroso que agudiza cada día más la violencia en América Latina y en el cual me vi inmerso como periodista y activista, por ello con cifras e información geopolítica, científica y antropológica me he referido a una situación en particular, la crisis económica, ambiental y humana del valle de Sogamoso.
El fenómeno de las multinacionales que violentan las culturas y pasan por encima de las comunidades debe ser objeto de análisis y prioridad para organismos internacionales como las Naciones Unidas, resulta urgente y muy importante que se establezcan normas comunitarias internacionales que sancionen de manera ejemplar a cualquier empresa de cualquier país que vulnere los derechos humanos.
La corrupción política regional, los grupos paramilitares, la ausencia de Estado y la falta de garantías legales para quienes denuncian los abusos son factores que generan violencia y se traducen en el asesinato de 400 líderes sociales en Colombia en un ambiente de total impunidad.
Finalmente, la responsabilidad social de la prensa libre, antes que informar es cuestionar, investigar y denunciar si es necesario, la academia de la comunicación debe cuestionarse los métodos con los cuales se están formando comunicadores, hace falta mucha rigurosidad y la ausencia de principios no solo convierte a la mayoría de los medios en cómplices sino también en instrumentos mediáticos para la corrupción y para el magnicidio socioambiental. Gabriel García Márquez y Fernando Soto Aparicio, sus letras ilustran el origen de la tragedia.
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